Las cumbres mundiales sobre el ambiente Estocolmo, Rio y Johannesburgo 30 años de Historia Ambiental
La temática ambiental surge en la década de los ’70 como consecuencia del acelerado crecimiento económico registrado en los países industrializados durante la etapa de posguerra. Esta expansión económica, tras los beneficios que supuso, trajo aparejados una serie de pro...
Autor principal: | |
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Formato: | Working Paper |
Lenguaje: | Español |
Publicado: |
Universidad de Belgrano Area de Estudios Ambientales y Urbanos
2012
|
Materias: | |
Acceso en línea: | http://repositorio.ub.edu.ar/handle/123456789/690 |
Aporte de: | Repositorio Institucional - Universidad de Belgrano (UB) de Universidad de Belgrano Ver origen |
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I36-R142-123456789-6902016-11-30T15:33:05Z Las cumbres mundiales sobre el ambiente Estocolmo, Rio y Johannesburgo 30 años de Historia Ambiental Jankilevich, Silvia medio ambiente environment La temática ambiental surge en la década de los ’70 como consecuencia del acelerado crecimiento económico registrado en los países industrializados durante la etapa de posguerra. Esta expansión económica, tras los beneficios que supuso, trajo aparejados una serie de problemas ambientales que comienzan a ser percibidos con preocupación por parte de los estados en particular y la comunidad internacional en general. Durante los años en los cuales se desarrolló la conflagración se produjeron avances científicos – tecnológicos sin precedentes en la historia mundial que, en su gran mayoría, se aplicaron a la industria bélica; una vez concluido el conflicto, como lógica consecuencia, se produce la reconversión industrial hacia la producción masiva de bienes en un contexto de creciente bienestar económico generando un cambio tanto cuali como cuantitativo en los patrones de consumo de bienes y servicios, llevando a las sociedades de los países centrales a estándares de vida nunca antes alcanzados. La instalación de un modelo de alto consumo y producción implicó un aumento en la extracción y transformación de recursos naturales renovables y no renovables destinados a abastecer los requerimientos de los centros urbano-industriales, al tiempo que, como resultado, se incrementaba la generación de todo tipo de residuos. Este crecimiento económico basado en un consumo y producción recurso-intensivos trajo aparejadas las denominadas “consecuencias no deseadas”, resultado de las externalidades devenidas del modelo implementado que dieron lugar a un proceso de degradación del ambiente, hecho que se verificaba en la pérdida creciente de la calidad del aire, aguas y suelos. A la preocupación por los efectos negativos de la contaminación, que restaban calidad de vida a las sociedades económicamente florecientes, se sumaba otra relativa a la disminución y agotamiento de los recursos naturales no renovables1. Al mismo tiempo, en el resto del mundo no desarrollado los problemas acuciantes nada tenían que ver con la industrialización y el consumo; este mundo se enfrentaba a agudas crisis alimentarias, a graves deterioros de los sistemas agrícolas y, en los países más pobres, al crecimiento demográfico que comenzaba a adjetivarse como “explosivo”. En este contexto mundial de problemas ambientales diametralmente opuestos, un común denominador estaba implícito en todos ellos: el agotamiento de los recursos naturales, devenido del excesivo consumo “per capita” en uno de los casos, y por exceso de población en otros.2 Frente a un panorama que resultaba alarmante, la agenda de los estados comenzó a incluir la preocupación por la finitud y agotamiento de los recursos como un hecho que podía constituirse en una barrera para el crecimiento económico, en la medida en que más población en el mundo estuviera en condiciones de alcanzar niveles de consumo más elevados. A pesar de lo mencionado, la percepción social acerca de que el crecimiento económico podía llegar a tener una limitante ambiental era débil; estos límites, básicamente, estaban asociados con el temor que producía la paulatina y creciente posibilidad de que se llegara a una fuerte restricción en la provisión de las materias primas y de los combustibles fósiles, indispensables para un modelo económico cada vez más consumista y petróleo-dependiente. Los problemas como la contaminación, el deterioro del ambiente urbano y de los ecosistemas naturales se consideraban serios pero solucionables, basado en una visión optimista sobre los alcances de los adelantos tecnológicos que, eventualmente, generarían las herramientas para frenar y disminuir los efectos deteriorantes de la industrialización. Es en esta etapa se produce una auge de las denominadas tecnologías “al final de la chimenea”3 que permitían el tratamiento de los efluentes líquidos y de las emisiones gaseosas contaminantes. Sin embargo, la visión del problema era acotada y, por lo tanto, las soluciones a aplicar también lo eran. Este tipo de tecnologías de mitigación se caracteriza por solucionar los problemas una vez instalados, pero no atacaban la causa que se encontraba en los procesos de generación de los mismos4; lo cual no contribuía a la prevención del daño ambiental ni cambiaba la naturaleza de los procesos productivos hacia otros más limpios y eficientes, en términos de aprovechamiento de los recursos materiales y energéticos. Universidad de Belgrano Area de Estudios Ambientales y Urbanos Departamento de Investigaciones Octubre 2003 2012-08-01T19:33:37Z 2012-08-01T19:33:37Z 2012-08-01 Working Paper 1850 2547 http://repositorio.ub.edu.ar/handle/123456789/690 es Documentos de Trabajo;106 Universidad de Belgrano Area de Estudios Ambientales y Urbanos |
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La temática ambiental surge en la década de los ’70 como consecuencia del acelerado crecimiento
económico registrado en los países industrializados durante la etapa de posguerra. Esta expansión económica,
tras los beneficios que supuso, trajo aparejados una serie de problemas ambientales que comienzan
a ser percibidos con preocupación por parte de los estados en particular y la comunidad internacional en
general. Durante los años en los cuales se desarrolló la conflagración se produjeron avances científicos –
tecnológicos sin precedentes en la historia mundial que, en su gran mayoría, se aplicaron a la industria
bélica; una vez concluido el conflicto, como lógica consecuencia, se produce la reconversión industrial hacia
la producción masiva de bienes en un contexto de creciente bienestar económico generando un cambio
tanto cuali como cuantitativo en los patrones de consumo de bienes y servicios, llevando a las sociedades
de los países centrales a estándares de vida nunca antes alcanzados.
La instalación de un modelo de alto consumo y producción implicó un aumento en la extracción y
transformación de recursos naturales renovables y no renovables destinados a abastecer los requerimientos
de los centros urbano-industriales, al tiempo que, como resultado, se incrementaba la generación de todo
tipo de residuos. Este crecimiento económico basado en un consumo y producción recurso-intensivos trajo
aparejadas las denominadas “consecuencias no deseadas”, resultado de las externalidades devenidas del
modelo implementado que dieron lugar a un proceso de degradación del ambiente, hecho que se verificaba
en la pérdida creciente de la calidad del aire, aguas y suelos. A la preocupación por los efectos negativos de
la contaminación, que restaban calidad de vida a las sociedades económicamente florecientes, se sumaba
otra relativa a la disminución y agotamiento de los recursos naturales no renovables1. Al mismo tiempo, en
el resto del mundo no desarrollado los problemas acuciantes nada tenían que ver con la industrialización y
el consumo; este mundo se enfrentaba a agudas crisis alimentarias, a graves deterioros de los sistemas
agrícolas y, en los países más pobres, al crecimiento demográfico que comenzaba a adjetivarse como
“explosivo”.
En este contexto mundial de problemas ambientales diametralmente opuestos, un común denominador
estaba implícito en todos ellos: el agotamiento de los recursos naturales, devenido del excesivo consumo
“per capita” en uno de los casos, y por exceso de población en otros.2 Frente a un panorama que resultaba
alarmante, la agenda de los estados comenzó a incluir la preocupación por la finitud y agotamiento de los
recursos como un hecho que podía constituirse en una barrera para el crecimiento económico, en la medida
en que más población en el mundo estuviera en condiciones de alcanzar niveles de consumo más elevados.
A pesar de lo mencionado, la percepción social acerca de que el crecimiento económico podía llegar a tener
una limitante ambiental era débil; estos límites, básicamente, estaban asociados con el temor que producía
la paulatina y creciente posibilidad de que se llegara a una fuerte restricción en la provisión de las materias
primas y de los combustibles fósiles, indispensables para un modelo económico cada vez más consumista
y petróleo-dependiente.
Los problemas como la contaminación, el deterioro del ambiente urbano y de los ecosistemas naturales
se consideraban serios pero solucionables, basado en una visión optimista sobre los alcances de los adelantos
tecnológicos que, eventualmente, generarían las herramientas para frenar y disminuir los efectos
deteriorantes de la industrialización. Es en esta etapa se produce una auge de las denominadas tecnologías
“al final de la chimenea”3 que permitían el tratamiento de los efluentes líquidos y de las emisiones gaseosas
contaminantes. Sin embargo, la visión del problema era acotada y, por lo tanto, las soluciones a aplicar
también lo eran. Este tipo de tecnologías de mitigación se caracteriza por solucionar los problemas una vez
instalados, pero no atacaban la causa que se encontraba en los procesos de generación de los mismos4; lo
cual no contribuía a la prevención del daño ambiental ni cambiaba la naturaleza de los procesos productivos
hacia otros más limpios y eficientes, en términos de aprovechamiento de los recursos materiales y energéticos. |